Publicado en Espacio, Tiempo y Forma,
Serie II, Historia Antigua, 1.15, 2004, págs. 11 -26
Introducción
Si existe una divinidad femenina
que llegó a gozar de la más alta consideración y popularidad dentro de la
historia egipcia desde los momentos más tempranos hasta el período
greco-romano, e incluso influyó en la religión cristiana, ésta no fue otra que
Isis.
La diosa, que toma
su nombre del trono que decora su cabeza, Aset (fig. 1), y que en época
Helenística deriva a Isis, parece ser que tuvo su origen en el Delta,
cobrando importancia al ser incluida en uno de los Mitos de la Creación, la Enneada
Heliopolitana (H. Frankfort, 1993), que se encuadra dentro de los
Textos de las Pirámides datados en la V dinastía, durante el reinado de
su último soberano, Unas.
Este relato, en donde se narra la génesis del mundo,
cuenta como del Num u Océano Primigenio apareció el dios
creador Atum, el cual engendró por masturbación al resto de los seres
así como el primer trozo de materia sólida, el Benben[i], excepto al dios Shu
el Aire, que es escupido y Tefnut la Humedad, que fue vomitada.
Estas dos divinidades conciben a Geb, la
Tierra, y Nut, el Cielo, y a su vez, de ellos surgen Osiris, Isis,
Set y Neftis, dando lugar a uno de los conjuntos de dioses más
importantes de la religión egipcia, a los que se suman comúnmente Horus
y Anubis.
La importancia de esta Ennéada radica en la
unión de una serie de dioses que poseen rasgos de la naturaleza muy marcados,
junto a otras divinidades que presentan peculiaridades humanas, todo ello
presente en el hombre a través de uno de los puntales del estado egipcio, la Realeza.
Estos aspectos están muy presentes en el Mito de
Osiris, que también se enmarca dentro de esta Ennéada, y por el cual
Isis adquiere su mayor prestigio.
En el Mito, Osiris es el rey legítimo durante
la época mítica, pero su hermano Set, celoso de él, lo asesina.
Algunos autores adornan la narración, así en el
siglo I d. C. Plutarco de Queronea[ii] cuenta que el dios,
engañado por su hermano, se introduce en un baúl que es cerrado herméticamente
y lanzado al Nilo, siendo arrastrado al mar[iii] hasta llegar a las costas de
Biblos. Isis, su hermana/esposa, recupera el cofre, sin embargo en un descuido,
Set descuartiza el cadáver en catorce partes y esparce los fragmentos por
diferentes puntos.
La diosa emprende de nuevo su búsqueda, localizando
todos los pedazos, excepto los órganos genitales, que según la tradición
habrían sido devorados por un Oxirrinco, hecho por el que en algunas
localidades existía la prohibición de alimentarse con la carne de este pez.
En todas las zonas en donde se encontraron restos de
la divinidad su esposa levanta un sepulcro, acontecimiento que explicaría la
existencia de los numerosos emplazamientos en el interior de Egipto
relacionados con Osiris,
como Busiris[iv] o Abidos, siendo ésta última la
población tradicional en la cual Isis encontró la cabeza del dios, por lo que
se reconoció como el punto donde estaba ubicada la verdadera tumba de la
deidad.
En otras narraciones se afirma que Isis, acompañada
de su hermana Neftis, recorre la tierra buscando a su hermano/esposo hasta
encontrar su cadáver en el río, y lo hace resucitar ayudada por Anubis, que fue
enviado, según algunas versiones, por Re para realizar su momificación.
La tradición cuenta que Isis habría tenido un hijo
póstumo del dios[v],
llamado Horus, el cual, habría retado a su tío, perdiendo en el
transcurso de la lucha un ojo, que le fue restituido por la diosa. En este
aspecto, hay pasajes que hablan del Ojo derecho de Horus como representación
del Sol y del Ojo izquierdo como imagen de la Luna.
Esta contienda finalizó con la
mediación de los dioses, que reconocieron a Horus como sucesor legitimo de su
padre Osiris, mientras que este último se convirtió, entre otras cosas, en Juez
de los Muertos.
Con este mito se intenta
manifestar el vínculo existente entre el soberano y los dioses, pues todo
faraón[vi]
al ser coronado se convertía entonces en el Horus Viviente, hijo de
Isis, el “Gran Trono”[vii], el trono deificado, para pasar a
ser Osiris en el momento de su muerte.
Gracias a estas tradiciones la diosa adquiere una
gran influencia, pues encarna la devoción conyugal y el amor materno, un factor
que facilitará en tiempos posteriores su entrada en Roma, y asimismo sirve para
que se la relacione con otra serie de divinidades femeninas.
El vínculo de Isis con otras divinidades.
Isis se asocia a diversas deidades que cuentan con
una serie de atributos análogos, por lo que se encuadran dentro del mismo ámbito, siendo uno de los casos más
conocidos la relación existente con Hathor[viii], pues ésta además de estar
asociada con, entre otras cosas, el amor y la música[ix],
en ciudades como Tebas era la protectora de los cementerios y la esposa de Horus,
y en su representación como diosa-vaca también es una de las personificaciones
de la maternidad, amamantando a un
niño, Ihy, relacionado también con la música y que es en realidad el
nexo de unión de las dos divinidades, pues existía la idea de que era el
mismísimo rey, que al alimentarse con la leche divina adquiría la prudencia,
sabiduría y divinidad que necesitaba todo buen monarca.
En este contexto, Isis aparecía con los atributos de
Hathor, es decir, los cuernos de vaca rodeando al disco solar (fig. 2).
De esta manera se muestra sobre todo durante la Baja
Época, fundamentalmente en figuras sedentes dando de mamar a Horus.
Durante el período greco-romano existe un edificio
que tiene gran relación con la maternidad de la divinidad, es el “Mammisi”,
o capilla en donde la diosa dio a luz y se narra la fecundación y nacimiento
del rey.
Durante esta fase Isis y Hathor tienen una relación
muy estrecha, puesto que al parecer la hermana/esposa de Osiris pasó a
identificarse con Afrodita al aparecer portando los atributos de Hathor.
Con carácter funerario, Isis está estrechamente
relacionada con su hermana Neftis, mujer de Set, pues ésta la ayudó a buscar el
cuerpo de Osiris, acto recogido en las “Lamentaciones de Isis y Neftis”,
que los sacerdotes recitaban en las fiestas en honor del dios.
Las dos diosas suelen mostrarse una a cada lado de
la momia con las alas extendidas, por lo que en muchas ocasiones se las
denomina “Los Dos Milanos”, puesto que en algunos relatos Isis se
transformó en este ave para hacer resucitar a Osiris por medio del movimiento
de sus alas. También suelen encontrarse talladas una a cada extremo del
sarcófago, o incluso pintadas en la momia.
Como diosa agraria, aparte de tener relación con su
marido Osiris, que también es dios de la Vegetación y de la Resurrección, tenía
vinculaciones con Renenutet, la cual también se enlaza a Hathor, y es una
divinidad que además de estar asociada a la buena suerte, se encontraba
relacionada con las cosechas, los partos y la felicidad. Se la identifica
fácilmente, pues suele aparecer con cuerpo humano y cabeza de serpiente, y en
algunas ocasiones aparece con un tocado de plumas.
En relación con la agricultura, Isis también se
identifica como Isis-Sothis, la estrella Sirio, pues su aparición coincidía con
el comienzo de la inundación del Nilo, y marcaba el comienzo del Año Nuevo, que
se iniciaba el 19 de julio y contaba con cuatro estaciones, Akeht, o
período de la Inundación, Peret, o estación de la siembra, y Shemu,
o período de la cosecha, de cuatro meses de treinta días cada una, con cinco
días añadidos conocidos como los “días epagómenos”. No obstante
desde el comienzo hubo problemas entre el año astronómico y el año civil.
La conexión de la diosa con Re se encuentra ligada
al nombre. Los egipcios consideraban que éste, al igual que la sombra, formaba
parte de la esencia de la persona, por lo que Isis consiguió grandes poderes
gracias a que ideó una estratagema con la que consiguió descubrir el Nombre
Secreto de Re, convirtiéndose en la
“Gran Maga”.
El proceso de
helenización de la divinidad
En el año 332 a. C., y
tras haber vencido en la batalla de Issos el año anterior al rey persa
Darío III Codomano, Alejandro III entra en Egipto como un libertador,
comenzando el período de dominación griega en el país, que se extenderá hasta
la muerte de Cleopatra VII el 30
a. C.
En este momento se funda la ciudad de Alejandría,
ubicada en la zona occidental del Delta, en el emplazamiento de una aldea de
pescadores llamada Racotis, que se convertirá en uno de los puertos más
importantes del Mediterráneo. Isis comienza a sufrir un proceso de
helenización, asimilándose a dioses y mitos griegos cuya naturaleza o bien era
de tipo agrario o poseían atributos relacionados con la maternidad, como es el
caso de Démeter, que además de ser la nodriza del hijo del rey de Eleusis, en
donde tradicionalmente se celebran sus cultos y ceremonias, protagoniza junto a
su hija Perséfone la leyenda que intenta dar respuesta a la existencia de las
estaciones del año.
Este culto, al igual que el de la divinidad egipcia,
se encuadra durante el período greco-romano dentro de los cultos mistéricos,
reservados únicamente a los iniciados.
Igualmente, durante el período helenístico en Egipto
aparece un dios que se encuentra estrechamente relacionado con Isis, es Serapis,
y surge como producto de la unión de Osiris y Apis junto a una serie de
elementos griegos, creado durante el reinado de Ptolomeo I Sóter[x], fundador de la dinastía Lágida,
que ocupa el trono en el año 305
a. C., después de las Guerras de los Diádocos,
que enfrentaron a los generales de Alejandro Magno.
Se construyó un templo en honor de esta nueva
deidad, conocido como el Serapeum, situándose debajo de él la necrópolis
del buey Apis, manifestación de Ptah-Sokar-Osiris, y del toro sagrado Mnevis,
considerado como una manifestación de Re.
En 1850 Auguste Mariette descubre el Serapeum
de Menfis en Sakkarah, al norte de la pirámide escalonada de Djoser,
hallando tanto elementos egipcios como griegos, sin embargo se piensa que ambos
cultos se encontraban claramente separados en esta zona, no existiendo esta
división en el resto de los Serapeos de Egipto, como el de Alejandría.
Durante el reinado de Ptolomeo II Filadelfo[xi],
que se desarrolla en la primera mitad del siglo III a. C., existió en Cánope un
santuario asociado a Serapis, pero también a Anubis e Isis, y ya fuera de
Egipto también se han descubierto Serapeum, en el año 105 a. C. como el de Pozzuoli,
en la Campania.
A finales del siglo III a. C., con Potolomeo IV
Filopator[xii],
en las monedas ya se exhiben las figuras de Serapis e Isis, y las reinas
comienzan a ser representadas con los atributos de la diosa helenizada (fig.
3), por lo que se especula con la posibilidad de que éstas fueran las
encargadas de llevar a cabo los ritos del culto y los Misterios de la
divinidad.
La expansión de
Isis por el Mediterráneo
El culto a la diosa comienza a extenderse por otros
territorios a través de los puertos, fundamentalmente por medio de
comerciantes, soldados y esclavos, y desde aquí se propaga al interior
utilizando las vías fluviales y las calzadas, pero también se especula con la
posibilidad de que existieran misioneros ambulantes que se encargarían
de difundir las nuevas creencias. Con todo, la religión es aceptada con
facilidad por todo el mundo griego.
En la zona del Líbano el culto a Isis, en su forma
de Isis-Hathor está muy extendido ya desde la época faraónica, aunque durante
el período romano pasa a venerarse como Isis-Pharia, protectora de los
marineros.
En el territorio sirio ya se conocía la devoción
hacia Isis, apareciendo una inscripción fechada hacia el 145 a. C. que hace referencia
tanto a la diosa como a Serapis, asimilado a Zeus-Helios.
A partir del siglo II a. C., el culto a Isis
comienza a extenderse por Asia Menor, aquí, en las ciudades griegas
establecidas en la Jonia aparecen gran número de inscripciones en honor a la
diosa.
En la Península griega penetra por el puerto del
Pireo de Atenas, en donde los emigrantes
egipcios llevan el culto a Isis y a Serapis, y ya, en el año 250 a. C. aproximadamente
aparece una “Asociación” de adoradores del dios, mientras que en Delos se
levanta un Iseum durante el siglo III a. C., y en Creta en el siglo
siguiente.
En Macedonia durante el siglo III a. C. se erige un
templo en honor a Serapis, Isis, Harpócrates[xiii], Anubis, y desde el siglo I a.
C. también se adora a Osiris. Este templo permanece activo durante seis siglos.
Un lugar de filtración hacia el interior de la
Península Itálica es la Magna Grecia, desde donde se propaga a Herculano y
Pompeya, ciudad en la que existía un Iseum cercano al foro, que se encuentra
adosado al teatro.
La propagación del culto también se encuentra muy
estrechamente ligada al movimiento de las legiones romanas. En la expansión
romana hacia el este, el cónsul romano T. Quincio Flaminino vence en el año 197 a. C. al rey macedonio
Filipo V en Cinoscéfalo, Tesalia, perdiendo todas sus posesiones de Europa y
Asia, además de ser obligado a pagar una
fuerte compensación de guerra y firmar una alianza con Roma, pero esta
actuación también conlleva una fuerte helenización de la ciudad italiana, lo
que también favorece la expansión de Isis, junto a otros cultos orientales,
como Mitra.
En la Península Ibérica hay evidencias de la diosa
debidas a los contactos comerciales, como el vaso de la Aliseda, con
fechas del 600 a.
C. aproximadamente, pero fundamentalmente se puede comprobar el culto a Isis a
partir de la presencia romana durante la II Guerra Púnica (218-202 a. C.), en su forma de Isis-Fortuna,
junto a otras divinidades egipcias, como Anubis, sin embargo el culto a Serapis
es más tardío, pues se introduce hacia el siglo I a. C.
Entre los pueblos prerromanos peninsulares la
divinidad no gozó de muchas simpatías, ya en época romana sus seguidores eran
itálicos romanos u orientales asentados en Hispania, pero en ningún caso grupos
indígenas.
En el territorio de la Galia las huellas de la diosa
se encuentran por primera vez en el Valle del Ródano, principal vía de paso de
las legiones romanas, pero es muy posible que su culto fuese más antiguo,
puesto que ya existen testimonios de su ritos en las zonas portuarias, como
Marsella.
Un centro de adoración muy importante de la diosa
fue Nimes, pues tras su victoria en Actium (31 a. C.) sobre Marco Antonio
y Cleopatra, Augusto mandó deportar gran número de egipcios hacia esta zona,
creando una gran colonia en esta ciudad, apareciendo un templo a Isis y un
Serapeum. Se pueden reconocer indicios de esta colonia egipcia en el escudo
actual de la ciudad, que presenta a un cocodrilo encadenado a una palmera, como
símbolo de la sumisión a que fue sometido Egipto (F. le Corsú, 1997).
Aunque en París no se han encontrado ruinas de algún
templo en honor a Isis, si han aparecido algunas estatuas, como la diosa
amamantando a Horus, Osiris, Anubis, e incluso se ha hallado una imagen del
dios Bes, asimismo se conocen citas que hablan de la existencia de un Iseum en
el solar donde se levanta la iglesia de Saint-Germain, e incluso en el lugar
donde está asentada la catedral de Notre-Dame que estaría consagrado a
Isis-Ceres.
Entre los años 58 y 48 a. C. se producen una serie
de persecuciones al culto de esta divinidad, y
el Senado llega a ordenar demoler templos, estatuas y altares.
Estas persecuciones son debidas a varios aspectos,
pues por una parte se ve a la diosa como una pervertidora y corruptora de la
piedad, además, el misterio que la rodeaba levanta muchas sospechas por lo que
se veía a su culto como un posible foco de agitaciones, debido a que en estas
sociedades de iniciados existía un gran número de miembros pertenecientes a la
clase baja.
Después de la
muerte de César (44 a.
C.), se produce el conocido como Segundo Triunvirato, formado por
Octavio, Marco Antonio y Lépido. Los triunviros buscando atraerse al pueblo
llevan a cabo una serie de acciones favoreciendo a la diosa egipcia, muestran
símbolos isíacos en monedas, levantan un templo para su culto con fondos del
Estado, etc., todo ello implicaba el reconocimiento oficial de su religión,
hecho que finalmente no se produjo.
Posteriormente comienzan las discrepancias entre
Augusto y Marco Antonio, y con ello Isis pasa a ser considerada como una diosa hostil y enemiga de Roma, pues se
la identifica con Cleopatra mientras que al general romano se le reconoce y se
le presenta como al nuevo Dionisos.
Después de la victoria de Actium (31 a. C.) la política de
Octavio se encamina a rechazar los influjos orientales, buscando con ello
promover tanto la historia como las leyendas de Roma, por lo que se opone a los
cultos mistéricos. En el año 28
a. C. prohíbe levantar altares a estas divinidades en el
interior del pomerium[xiv] y en el 21
a. C., en ausencia de Augusto[xv],
con el fin de reprimir levantamientos populares, Agripa[xvi] extiende
la prohibición e impide la práctica de los ritos isiacos en un radio de 1500 m. alrededor de Roma,
al mismo tiempo junto a los judíos se produce la expulsión de los devotos y
sacerdotes de la diosa. Pero estas medidas no producen los frutos esperados,
puesto que desde el principio de la época imperial el culto isiaco recibe
nuevos impulsos extendiéndose por diversos territorios, además, Isis goza de
gran reputación entre las clases altas en tan gran medida, que después del
gobierno de Augusto muchas damas se inician en sus ritos.
En el año 19 d. C. Tiberio
desencadena la mayor persecución contra los cultos isíacos, aprovechando un
escándalo ordena demoler el templo de la diosa y lanzar la estatua al Tíber,
sin embargo estas persecuciones no obtienen ningún fruto, puesto que aunque en
Roma se pudo hacer desaparecer el culto, en el resto del Imperio es una tarea
muy difícil y se continúa practicando.
Con la subida al poder de Calígula (37 d. C.) se
produce un cambio en la situación, incluso se piensa que el nuevo emperador se
pudo iniciar en este culto mistérico. El César concede sus favores a la diosa
levantando en el Palatino el Aula Isíaca y al año siguiente el gran
Templo de Isis en el Campo de Marte, que Domiciano en el año 81 convierte en
uno de los edificios más espléndidos de Roma.
Hacia el año 62 el templo de Isis en Pompeya, donde
contaba con muchos adeptos al igual que en Herculano, es destruido por un
terremoto, por lo que se comienza a reconstruir junto al resto de la ciudad,
pero desaparece con ella en la gran erupción del Vesubio del año 79.
Con los Flavios (69 - 96), y durante el siglo II d.
C. con los Antoninos (98 -192), Roma ya acepta abiertamente el culto isíaco,
siendo el dominante hasta la llegada de Mitra. La diosa goza del favor de los
emperadores, tanto es así, que el emperador Cómodo llegó a rasurarse como un
Pastóforo y en sus monedas aparecía al lado de Isis y Serapis. Pero sigue sin
convertirse en un culto oficial.
A principios del siglo III, la religión de Isíaca se
convierte en una de las principales del Imperio, e incluso Caracalla (211 -
217) construye un gran templo para ella en el Quirinal hacia el año 215. No
obstante, en el siglo IV la popularidad de la deidad comienza a descender, por
una parte, debido a la expansión de otros cultos orientales, fundamentalmente
el culto al dios de origen iranio Mitra, y por otra, a causa de la
subida al trono de emperadores cristianos.
Tras el Edicto de Milán (313), por el cual se
concede libertad religiosa a todo el
Imperio pero con un mayor apoyo al cristianismo, su culto va retrocediendo cada
vez más, hasta quedar la diosa relegada a un segundo plano. La última procesión
isíaca en Roma se data en el 394, en este mismo año Teodosio destruye el
Serapeum de Alejandría, y en el 395 se cierra el último templo de Isis en
Egipto (fig. 4), que se encontraba en la isla de Filae, con ello también
desaparece el conocimiento de la lectura de los jeroglíficos, hasta que en el
siglo XIX vuelve a recuperarse paulatinamente, primero en 1816 con el inglés
Thomas Young y posteriormente con Jean François Champollión en 1822.
Con el emperador bizantino Justiniano (527 - 565)
desaparece totalmente el culto a la diosa.
La adoración a la diosa Isis greco-romana se encuadra
dentro de lo que se denomina religiones mistéricas, por lo que sus templos
están formados por espacios protegidos en donde se llevan a cabo ritos secretos
conocidos solamente por los iniciados al culto.
Cuando la divinidad se establece en la Península
Itálica sus mayores partidarios se encuentran fundamentalmente en las ciudades
y están formados por las clases bajas, esclavos, libertos y mujeres, entre
ellas un gran número de prostitutas y jóvenes en busca de relaciones sexuales,
por lo que algunos personajes, como Juvenal[xvii], no dudan en tildarla de “alcahueta”.
Progresivamente, el culto va adoptando costumbres
más moderadas y abandona sus rasgos libertinos, por lo que se comienza a
renunciar a los placeres carnales como forma de llegar a la divinidad.
Dentro de los cultos isiacos existía un clero
totalmente organizado y jerarquizado a imagen del que existía en Egipto. Los
sacerdotes se denominaban Meokoros o Herioi, estaban formados por
un alto clero, compuesto por los Profetas, en donde se incluía al Sumo
Sacerdote, que tenía algunas prohibiciones como el celibato, y el resto de
sacerdotes, integrados por los estolistas, encargados de vestir la
estatua de la diosa, hierográmatas, astrólogos, encargados de
transportar el caduceo o bastón insignia de Hermes, que en este caso se
relacionaba con Thot, y un bajo clero formado por cantantes, neócoros,
que eran jardineros, interpretadores de sueños, pastóphoros, cuya
misión era vigilar las capillas sagradas donde se encontraba la estatua divina
durante las procesiones, y lychnóphoros, que durante las procesiones
portaban lámparas con formas de pequeñas naves.
Existían otros cargos, como el espondóforo,
responsable del vaso de oro utilizado para las libaciones, o los sacerdotes
egipcios, que leían e interpretaban los ritos sagrados, y eran los
encargados de conseguir el agua del Nilo que se utilizaba para los rituales.
Algunos cargos sacerdotales podían llegar a ser
ocupados por laicos, e incluso una persona podía ejercer diversas funciones,
por lo que era normal que ciertos sacerdotes desempeñasen tareas en diferentes
cultos.
Del mismo modo, también existían personas sin
recursos que entraban al servicio del templo.
Los servicios a la diosa eran diarios, aseándola
alimentándola y llevando a cabo los sacrificios, que se realizaban dos veces al
día.
Al amanecer se producía la Apertura del
templo, por la que se enseñaba a los iniciados la estatua de la diosa,
posteriormente el sacerdote encendía el fuego sagrado, se realizaba libaciones
con el agua sagrada del Nilo y se entonaban los himnos con los que se pretendía
convocar a Isis. Al mediodía se cerraba y sellaba el templo.
La iniciación no es muy conocida, ha llegado a la
actualidad únicamente narrada por algunos autores latinos. Apuleyo[xviii], autor del siglo II d.
C. y gran admirador de las religiones mistéricas, afirma que las enseñanzas
requerían de un largo período de tiempo, motivo por el que exclusivamente podía
ser factible para los grupos privilegiados.
Plutarco habla de un tipo de catecumenado en el que la divinidad decidía cual
era el momento propicio para comenzar el aprendizaje, para lo cual utilizaba
los sueños como modo de designar a los aspirantes, que estaban obligados a
cumplir unas normas previas a la iniciación, como por ejemplo respetar diez
días de castidad.
La ceremonia se realizaba de noche, en el más
absoluto silencio, pues durante los ritos se producía una muerte voluntaria
para abandonar la vida que se había conocido hasta ese momento y renacer en
otra dedicada a la diosa.
Tras los actos, en los que se representaba el mito
de Osiris, se celebraba una procesión delante de la estatua de Isis y un cambio
de vestimentas, llegando a utilizarse hasta doce ropajes diferentes.
Posteriormente se realizaba un banquete sagrado en donde se consumían alimentos
que en otros momentos estaban prohibidos, como la carne de cerdo.
Las principales conmemoraciones de la divinidad se
celebraban en primavera y otoño, aunque esta última es poco conocida.
Las festividades de la primavera tenían lugar el día
cinco de marzo, cuando daba comienzo la época de navegación, efectuándose los
actos de la Navigium Isidis, con un carnaval y posteriormente una
procesión cuyo destino era el mar.
En ella marchaban en cabeza mujeres que portaban
vestidos blancos, seguidas por los iniciados y los sacerdotes. También se
transportaban varias imágenes de la diosa y símbolos religiosos, como agua del
Nilo, que simbolizaba a Osiris. Al llegar a la orilla, se consagraba una barca
a Isis, en donde se colocaban diversos tipos de ofrenda y se purificaba con
fuego, huevo y azufre.
Al regresar al templo se hacían
votos a favor del emperador, el Senado y los caballeros, así como del pueblo
romano, acto seguido, en lengua griega se proclamaba la apertura de la
navegación.
Cuando comienza a extenderse el
cristianismo, los primeros seguidores de esta nueva religión son paganos
conversos, por lo que en su culto se introducen numerosos mitos y ritos,
fundamentalmente de las religiones mistéricas, como es el caso de la influencia
del mito de Osiris en la muerte y resurrección de Jesucristo, que, de la misma
manera tiene conexión con los dioses agrarios y la renovación de la vegetación,
o la conmemoración de su nacimiento el 25 de diciembre, lo que está igualmente
relacionado con Mitra y con las fechas cercanas al solsticio de invierno.
Asimismo en la religión cristiana
intervienen otros aspectos de los cultos paganos, como puede ser la conexión
existente, y la asimilación de los atributos de Isis por parte de la virgen
María, un rasgo claro de ello es que en numerosas ocasiones se representa en la
postura sedente con el niño, a imagen de la diosa egipcia con su hijo Horus
(fig. 5), el cual, en este caso podría ser identificado con la persona de
Jesús.
Utilizando como plataforma las
religiones ya sólidamente asentadas, y realizando una gran labor de
sincretismo, el nuevo culto tuvo el terreno abonado para conseguir una rápida
expansión por todas las zonas del Imperio, y con ello la continuidad en la
persona de la Virgen María de, en palabras de Apuleyo, “la Madre universal
de la Naturaleza, la más grande de las diosas, Reina de los nombres, Soberana
de los dioses, la que es adorada bajo múltiples nombres y múltiples aspectos”,
la Gran Maga, Isis.
Bibliografía
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[i] El
Benben dará origen a las formas piramidales, al igual que al piramidión, que,
cubierto de pan de oro, se sitúa en lo alto de los obeliscos.
[ii] Plutarco
de Queronea vivió en los siglos I y II d. C.. sus obras más importantes son
“Vidas Paralelas”, cuarenta y cuatro biografías de personajes romanos y
griegos célebres, y “Obras Morales”.
[iii] En
este aspecto hay que recordar que el Nilo fluye de Sur a Norte, desembocando en
el Mediterráneo.
[iv] Casa
de Osiris.
[v] Aunque
no explica como, pues, como antes se ha dicho, carece de órganos genitales.
[vi] El
término “faraón” no formó parte de la titulatura real. En origen
significaba la “Gran Casa”(per’aa), es decir, el Palacio, pero a través
de los hebreos y posteriormente de los griegos pasó a designar al monarca.
[vii] En la
Teología Menfita el término “Gran Trono” designa a Menfis (Muro o
Murallas Blancas), ciudad fundada tradicionalmente por Menes, unificador
(¿?) de Egipto.
[viii] El
nombre significa “Casa o Templo de Horus”
[ix] Su
relación con la música hace que uno de sus atributos sea el sistro, (del lat.
sistrum) . Instrumento musical, de metal, piedra o arcilla; estaba constituido
por un mango y por un cuadro por el que se hacían pasar unas varillas en las
que se ensartaban conchas o piezas metálicas; el sonido se obtenía al agitar el
instrumento.
[x] “Sóter”
significa “Salvador”.
[xi] “Filadelfo”,
“El que ama a su hermana”casó con su hermana Arsinoé, viuda de Lisímaco,
rey de Tracia.
[xii]
“Filópator”, “El que ama al Padre”
[xiii] Forma
griega de Horus niño. En este caso es normal encontrarle con forma
humana, y habitualmente con el dedo en la boca.
[xiv]
Espacio libre que se encontraba a ambos lados de las murallas de Roma en el
cual estaba prohibido edificar o cultivar.
[xv]Octavio había recibido este título del Senado en el año 27 a. C.
[xvi] Vencedor de Actium, senador, consejero del
emperador y marido de su hija Julia.
[xvii] Décimo
Junio Juvenal, poeta satírico que vivió entre mediados del siglo I y el
siglo II d. C. Su única obra, “Satirae”, está compuesta por dieciséis
sátiras en hexámetros, divididas en cinco libros.
[xviii] Apuleyo
vivió en el siglo II d. C., iniciado en la mayoría de los cultos
mistéricos, su obra más importante es la
“Metamorfosis” o “El asno de oro”.